Defensoraslos anillos del árbol de lisa

los anillos del árbol de lisa

minerva vitti

(venezuela)

En medio de la defensa de los territorios ancestrales y el cuidado de la familia, muchas lideresas indígenas son las últimas en la fila de sus propios derechos. Sus cuerpos, primer territorio habitado por ellas, son los primeros en enfermar. A través de la historia de Lisa Henrito, indígena pemon y defensora de la tierra en la Amazonía venezolana, nos adentramos en un relato íntimo y político que retrata la necesidad de generar procesos de autocuidado y cuidado como una estrategia de resiliencia y resistencia, para el bienestar individual de las defensoras de la tierra y la supervivencia de los movimientos, que tienen años enfrentando los proyectos extractivistas del gobierno venezolano y la violencia de los múltiples actores armados en sus territorios ancestrales. La crisis climática también es una crisis de los cuidados de los defensores de la tierra. – Minerva Vitti Rodríguez


1

“Ahí están los mafiosos esos, provoca lanzarles una bomba, pero debo calmarme”, dice Lisa Henrito Percy, defensora de la tierra, cuando pasamos al frente de unos camiones cargados de alimentos, que están estacionados en una de las calles de Santa Elena de Uairén, capital del municipio Gran Sabana, al sureste del estado Bolívar, Venezuela. Su hermano Lenon conduce el carro en el que nos trasladamos. Minutos después entramos al pueblo de Manak Krü donde está la sede del Concejo de Caciques Generales del Pueblo Pemon: “Antes venía la gente, era más importante que la alcaldía”, comenta decepcionada y al volver la vista hacia el cementerio de la comunidad recuerda que el lugar se ha convertido en un corredor para los migrantes forzados venezolanos que huyen de la emergencia humanitaria compleja que azota el país: “Un hombre murió de un infarto mientras caminaba. La familia buscó los papeles para enterrarlo aquí y seguir su viaje a Argentina. Es muy triste lo que estamos viviendo”. 

Salimos del pueblo y tomamos la troncal 10 que comunica a Venezuela con Brasil. A la altura del Fuerte Militar El Escamoto, Lisa retoma la historia que va contando por fragmentos: “Aquí nosotros trancamos. Ellos venían con tanquetas. Querían acabar con el pueblo”. A un lado de la carretera se alzan unos terrenos bordeados con palos de madera y alambres: “Las comunidades indígenas están cercando sus terrenos por las invasiones”, agrega la lideresa del pueblo indígena pemon. En eso estuvo trabajando hoy. 

Ya empieza a oscurecer y al otro lado de la frontera, ya en Pacaraima, Brasil, buscamos unos pañales para su padre. Hay colas de gasolina, la mayoría de carros procedentes de Venezuela. Las luces incandescentes de los locales alumbran las calles llenas de carros, huecos y gente. Las conversaciones son en español, portugués y portuñol (una mezcla de ambos idiomas). El tráfico es pesado así que Lenon estaciona y nos bajamos. 

Lisa, vestida con pantalones estampados, franelilla negra, sandalias de tacón y un bolsito cruzado, se pasea por varios locales atestados de pacas de alimentos hasta que encuentra el tamaño y la marca adecuada de los pañales, que ella y sus dos hermanos se turnan para comprar. Abraza el paquete sin bolsa como si fuese un bebé recién nacido y volvemos al carro.

Antes de entrar nuevamente a territorio venezolano, pasamos frente a uno de los albergues donde viven los migrantes y refugiados warao, otro pueblo indígena cuyo territorio ancestral está en Venezuela, pero que huyó para sobrevivir. 

Cuando llegamos a la casa de Lisa hay “gente extraña” llenando unos bidones de agua en el río. “¿Pidieron permiso?”, les pregunta con autoridad. Luego de despacharlos me ubica en una casita de madera, que llama su baticueva. Ordeno mis cosas, me doy un baño en un sanitario en medio del monte y busco a Lisa que está atendiendo a su padre. 

El hombre permanece en posición fetal sobre una cama rodeada por un mosquitero, se queja levemente. “Aquí hace mucho frío”, dice la hija como descifrando su lamento y empieza a poner sábanas encima de la red, las prensa con pinzas para tender ropa hasta que todo queda como una tienda de campaña. 

Cenamos arepas con queso y una bebida a base de cereales y maíz que les regalaron los misioneros adventistas. Son casi las ocho de la noche del 3 de octubre de 2019 y la jornada para esta defensora continúa. Debe salir a Manak Krü para reunirse con el equipo de la capitanía indígena del sector 6 del pueblo pemon.

Lisa dice que se levanta temprano a ponerle alimento a las gallinas de su madre, que en este momento está de viaje con otro de sus hijos; después vuelve a dormir “por el frío” y porque luego de las masacres perpetradas en su territorio quedó con mucho insomnio. Apenas se cumplen tres semanas desde que volvió a salir a la calle. 

Solo han transcurrido tres horas y una parte de la Amazonía venezolana y su compleja realidad se abre ante nuestros ojos: cooptación de las organizaciones tradicionales indígenas, paso de los migrantes y refugiados venezolanos que huyen de la crisis del país, represión, despojo y militarización de los territorios indígenas, cuidado de la familia. 

La Gran Sabana en una mujer.

Lisa estornuda varias veces, nos despedimos y entra en la oscuridad del camino sembrado de árboles de moriche.

2

Todos los nombres de su familia comienzan por L.: Lloyd, Leonisa, Lenon, Leodan, Lisa.

—Nuestros nombres son un reflejo de lo que somos. La influencia de los misioneros sobre mis padres, ese encuentro cuando los adventistas entraron en las tierras de lo que hoy es la Gran Sabana, el choque con los católicos. Mi nombre no es indígena, es más bien gringo, pero resume lo que soy, mi crianza, mi familia, la historia de mis ancestros. Muchos nombres son impuestos, por ejemplo González es un apellido que colocaron los militares. Era más fácil para identificar a los indígenas, si trabajaban con tres hermanos, les ponían González. Es increíble. Entonces uno busca su árbol genealógico y piensa: ¡Verga! de dónde salió este nombre— dice Lisa Lynn Henrito Percy, hija mayor del primer pastor adventista pemon que se graduó en teología.

La geografía se convierte en genealogía y el Wadakapiapo- tepui, un árbol centro del mundo que daba todas las frutas, sigue siendo protagonista de la historia ancestral que habla sobre la abundancia de alimento para su gente y el diluvio que se desató al cortarlo. Frente a su cuerpo azul fluyen las raíces de Lisa, las mismas del pueblo indígena pemon, que abarcan los diferentes territorios del centro y sureste del estado Bolívar, en Venezuela; así como áreas vecinas de la República Cooperativa de Guyana y Brasil, una extensión territorial no inferior a los 85.000 Km².

 Este es el Wadakapiapo – tepui. El tepuy o tepui son las formaciones expuestas más antiguas en el planeta, su origen data del Precámbrico y se encuentran en el Escudo Guayanés. Foto: Minerva Vitti.

—Mi bisabuela materna es de Mowak, zona de Kavanayen. Mi bisabuelo materno fue secuestrado cuando era un bebé por los pemon arekuna durante la última guerra. Mis bisabuelos paternos son de Luepa. Mi abuela materna nació en Wanakpupay, zona de San Rafael de Kamoiran. Mi abuelo materno nació en Mowak. Mi abuelo paterno nació en Luepa. Mi abuela paterna nació en Cuyuní. Mi papá nació en Paruima y mi mamá nació en Apoipo—Lisa despliega sus ramas.

La palabra pemon significa persona. Según el Censo de 2011, existen 30.148 indígenas pemon, divididos en tres subgrupos: arekuna, kamarakoto, taurepán, convirtiéndose en el cuarto pueblo indígena más numeroso de Venezuela. En este país desarrollan su existencia en un área de aproximadamente 38.000 km², distribuidos en 183 comunidades organizadas en 8 sectores indígenas, ubicados en los municipios Angostura, Piar, Sifontes y Gran Sabana, este último formado por 6 sectores.

Los datos genealógicos no siempre son sencillos sobre todo si se pertenece a un pueblo indígena que al menos tiene 5000 años de existencia, pero hay otras cosas más difíciles.

Lisa Henrito ha sido criminalizada por el alto mando militar de promover un movimiento secesionista al sur del país. El señalamiento fue realizado por el General de Brigada Roberto González Cárdenas en un programa de televisión nacional y transmitido por la cadena Telesur, el 23 de julio de 2018, quien también la acusó de ser extranjera por haber nacido en la comunidad indígena de Paruima, en Guyana.

Por estas denuncias, Amnistía Internacional emitió una Acción Urgente el mismo año para proteger a la lideresa. En el documento se explica que “está siendo estigmatizada por su labor como activista de organizaciones de mujeres indígenas pemon que exigen el fin de la militarización y la explotación minera de sus territorios ancestrales sin consulta informada ni estudios del impacto social previos”. Un año después, Lisa también respondió.

 Juramentación de Lisa como capitana de Maurak. Foto: cortesía de Lisa Henrito.

La actividad extractiva se ha incrementado de forma desordenada y violenta en toda la región al sur del río Orinoco (estados Amazonas y Bolívar), desde que el presidente Nicolás Maduro aprobara unilateralmente la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional Arco Minero del Orinoco, que autoriza la explotación de minerales como oro, bauxita, hierro, cobre, coltán, diamantes y tierras raras, en 12 % del territorio nacional (norte del estado Bolívar y bloque especial en la comunidad indígena de Ikabarú); y que además crea la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg)

El Arco Minero del Orinoco se superpone directamente con los territorios ancestrales de los pueblos indígenas Mapoyo, Inga, Kariña, Arawak y Akawako, y su área de influencia incluye las tierras natales de los Yekwana, Sanemá, Pemon, Waike, Sapé, Eñepá y Hoti o Jodi en el estado Bolívar; los Yabarana, Hoti y Wotjuja, en Amazonas, y los Warao, en Delta Amacuro.

—El sector 6 es la piedra en el zapato porque se resiste a que entre el gobierno y haga lo que hizo en Sifontes. Tú que has recorrido, dime si existe minería ecológica, si hay ríos limpios. No. Eso no existe. El gobierno ve qué quieren los capitanes y por ahí coopta. Yo que lucho contra el gobierno no puedo tener rabo e’ paja, no me van a utilizar—Lisa se altera.

Vladimir Aguilar, abogado y coordinador del Grupo de Trabajo y Asuntos Indígenas (GTAI) de la Universidad de los Andes, sostiene que lo único que está conduciendo a la secesión del país es la idea de res nullius (cosa de nadie) que lleva implícito el Arco Minero del Orinoco: “Los principales guardianes del territorio nacional son los indígenas, y en el caso de Guayana, el pueblo pemon, fundamentado en la nueva noción de seguridad y defensa contenida en los artículos 326 y 327 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) los cuales reconocen a las áreas protegidas y hábitats indígenas como espacios claves para la integridad territorial en zonas de fronteras”.

Lisa y el pueblo pemon han protestado contra megaproyectos como el Complejo Hotelero Empresa Nacional de Turismo del Sur (Turisur) (1995), Tendido Eléctrico (1997-2001), Decreto 1.850 que autoriza la minería en la Sierra de Imataca (1998), Gasoducto Transcontinental (2006), Sub-Estación Satelital de comunicaciones en Luepa (2007-2008), Decreto 2.248 que autoriza la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional Arco Minero del Orinoco (2016), entre otros, por ir en contra de los derechos de los pueblos indígenas y de la naturaleza. En ninguno de estos, el Estado venezolano ha cumplido los procesos de consulta previa, libre e informada, estipulado en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ni los estudios de impacto socioambiental estipulados tanto en la legislación nacional como en los tratados internacionales que el país ha firmado, además se desarrollan sobre un territorio altamente disputado por el oro.

La autodeterminación del pueblo pemon representa un obstáculo para los proyectos extractivistas del gobierno nacional y la jurisdicción indígena se convierte en el último reducto de resistencia indígena en un país plagado de disidencias jurídicas. “Esto tiene su fundamento en el principio de administrar justicia pero también el de gestionar sus territorios para garantizar sus ´formas de vida´, o lo que es lo mismo, sus espacios de vida”, explica Aguilar.

 Los niños y niñas pemon se levantan con las historias ancestrales encarnadas en su cotidianidad. Foto: Minerva Vitti.

Sin embargo, muchos de los sectores en los que se divide el pueblo pemon se han abierto a las actividades mineras. Convertirse en mineros ha sido uno de los recursos para proteger sus territorios, sus modos de vida, autosustento y a sí mismos del despojo territorial, aunque esta decisión sigue lejos de ser el fin de los problemas para los pemon y tampoco es compartida por todas las comunidades.

Actualmente, la lideresa repite como capitana en la comunidad indígena de Maurak, un cargo que ejerció entre 2002 y 2005 y en el que fue electa nuevamente para el período 2021-2025. El proceso estuvo reñido, porque la mayoría de los pobladores sabe que es muy crítica a las políticas del actual gobierno, y consideran que esto la puede poner en riesgo tanto a ella como a la comunidad.

“Qué no olvide nadie por qué y para qué estamos aquí”, dijo durante la ceremonia de juramentación del 5 de enero de 2021, ataviada con su penacho de plumas azules y rojas de guacamaya, privilegio que solo ostentan algunos líderes hombres en el continente.

A Lisa también le han dado un bastón de mando, que simboliza la máxima autoridad.

De su primer liderazgo aún recuerda cómo se enfermó por la presión y la implicación que demanda el cargo de capitana en una comunidad.

3

Toda la noche del primer día llovió. Las gotas se precipitaban con violencia en el techo de zinc. Sobre el sonido del agua se montaba el canto de un gallo trasnochado y el de cientos de grillos y sapitos que celebraban el gran diluvio. Lisa regresó casi a las once. Lo supe porque tocó la puerta para indicarme cómo se apagaba el único bombillo que ilumina la baticueva. Por estos días ella se quedará en la casa de sus padres que está justo al lado.

Lisa vive dentro de un árbol, su cueva es de madera, levantada unos centímetros de la tierra. Así la construyen los pemon de Guyana. Tiene dos espacios. Uno donde están la cama protegida por un mosquitero, tres mesas de plástico, cajones de madera; y otro con bidones y otras herramientas para talar conuco. En las mesas están una computadora dañada y una maleta con toda su ropa. En los cajones: cuatro pares de botas, cuatro pares de sandalias, algunas revistas, libros y el paquete de pañales que usa su padre. Las cortinas que cubren las ventanas son blancas con flores rojas y mariposas anaranjadas.

 Recordar y vivir que lo privado es público es fundamental para autocuidarnos. Fotos:
Minerva Vitti.

Encima de la cama descansa un jabalí de peluche que se llama Jorge. “Tu si tienes gustos raros”, una vez le dijo una amiga en la oficina. En otra ocasión le mostraron el jabalí a un bebé para calmarlo y se asustó más. Lisa siempre se ríe contando esta anécdota. También tenía un burro de peluche llamado Orlando.

En la pared junto a la puerta hay una repisa con una camisita de fieltro de Perú, un tambor de Argentina, unas casitas de cerámica de Coro, cremas hidratantes, jabón de tocador, un portarretrato pequeño con la foto de su padre y otro más grande con la foto de ambos progenitores tapada en una esquina por una Lisa tamaño carnet. “Mi papá es mi papá y yo soy su niña”, me dice una tarde al mostrarme el retrato.

El portarretrato grande tiene una chapita con la cara del cacique Guaicapuro y de cada extremo del marco penden dos tobilleras hechas con canutillos y semillas de kewey, son para la protección de sus pasos.

Así es la baticueva de esta defensora. Su único espacio de intimidad.

A las 7:20 de la mañana Lisa entra al gallinero que está junto al baño. Lleva puesta una camiseta y unos shorts que marcan sus piernas cortas. Los cabellos largos y negros caen como ramas sobre su piel jaspe. Hoy amaneció con dolor de garganta.

—Tengo que cuidar esta gallina, ella es muy terca, la meto a la casa y se sale. Por ahí pasó un gavilán y se llevó uno de los pollitos, ahora quedan cinco— dice con la cara hinchada.

Varios kau kau (pájaros) se posan sobre una cuerda y vuelan hacia la mata inmensa de mango. Debajo de ésta hay un tubo conectado a una manguera que se debe arrastrar hasta el baño para poder tener agua. Cuento cinco casas. Todas de madera, todas levantadas unos centímetros del suelo. Estamos rodeados de árboles de kuay (moriche). Un pequeño río, el Uairén, atraviesa la sabana. Alguien arroja una tapa de un carro y el sonido se expande. Sino estuviéramos a orilla de carretera solo se escucharían las gallinas, los pájaros, los loros y el río.

 Tuenkaron es un personaje que vive en las aguas, ríos y quebradas. Es una mujer pequeña, de larga cabellera, bonita. Cuida la naturaleza y castiga a los que la profanan. Foto: Minerva Vitti.

Al rato llega una vecina a decirnos que anoche sintió ruidos en la casa que están construyendo para la madre y el padre de Lisa: “Prendieron las luces como a las cuatro de la mañana”, precisa la mujer. Caminamos hasta el lugar. Adentro hay cemento, bloques, cabillas, tubos de plástico… También cajas llenas con los libros de teología, liderazgo, autoestima, psicología del papá de Lisa. No se han llevado nada.

Volvemos a la casa y arriban unos familiares de la defensora.

—Esto siempre es así—dice mientras nos sentamos a desayunar. Por un instante olvida lo que está comiendo y señala una motobomba que ha decomisado y que está justo debajo de un mesón— Es la que está repartiendo el gobierno para hacer minería— me explica Lisa.

Hay una diferencia entre comunidades indígenas mineras y comunidades indígenas en zonas mineras. En el segundo caso, se puede decir que algunos de los lugares que hoy son minas controladas por los indígenas antes estaban en manos de mafias y posteriormente de militares, no era una práctica del pueblo indígena, un tercero la abrió en su territorio afectando la vida de los indígenas. Esto no libera al pueblo pemon de observaciones, críticas, y sobre todo peligros: muchos indígenas quedan sepultados en medio de los derrumbes en minas ilegales, enferman de malaria o son desaparecidos y asesinados por grupos criminales y agentes del Estado que controlan la actividad.

Lo anterior muestra que cuando las experiencias de administración propia de recursos de los pueblos y comunidades indígenas se asientan en los negocios extractivistas, la guerra y los múltiples intereses alrededor de estas economías no admiten que éstos sean dueños, solo los acepta como víctimas e incluso como victimarios. Este último es el caso de la matriz de opinión alrededor de algunos de los miembros del Concejo de Caciques Generales del Pueblo Pemon, que han sido cooptados por el gobierno; o de indígenas pemon que tienen minas y son criminalizados por algunos académicos bajo la falacia de “Arco Minero Indígena”.

—Mira esta es Jazmín, mi sobrina— Lisa me presenta a la protagonista del artículo que escribió los días de la masacre de Kumarakapay en 2019 y que tituló: “Mi sobrina gritaba yo no me quiero morir”— Maurak es la comunidad donde hubo más desplazados, tenían miedo de que volvieran atacar, quedaron muchas familias separadas, se fueron mis sobrinos. Allá tienen un mezclote en su mente: “¿Cómo se dice hola en portugués?”. “En mi país no se come eso”. Los niños juegan a matar a Maduro porque dicen que les quitó su terreno y ahora viven en un lugar seco, sin agua.

 Muchas familias pemon refugiadas en Brasil decidieron quedarse para que sus hijos tuvieran un mejor acceso a la educación. Foto: Minerva Vitti.

La defensora se entristece pero se vuelve a distraer cuando observa a los pollos de su mamá picoteando por toda la casa.

—Ay no, esos pollitos son una pesadilla. Es más, yo les voy a cocinar arroz ahorita— se levanta y camina hasta la cama de Lloyd— Vente papá, seguro tú también tienes hambre.
—Sí, creo que todos tienen hambre.

4

My Father
I have a loving father
He’s so loving as a mother
His best colour his blue…


El poema se llama My Father y Lisa lo escribió cuando tenía once años. Ella habla, lee y escribe en tres idiomas: inglés, castellano y pemon taurepán. También comprende y se comunica en portugués. A lo largo de su educación básica y secundaria, que fundamentalmente fue en Guyana, siempre fue muy buena alumna y ganó becas. De hecho, para ingresar al bachillerato que hizo en Georgetown, la capital de este país, presentó una prueba realizada entre todos los estudiantes a nivel nacional y fue seleccionada entre los diez primeros lugares. Las materias que más le gustaban eran Inglés, Historia del Caribe y Biología.

Los múltiples viajes de su padre Lloyd Henrito, primer pastor adventista pemon que se graduó en teología, hicieron que la familia Henrito Percy viviera cinco años en Trinidad y Tobago, doce años en Guyana, hasta que finalmente se establecieron en Venezuela.

—A los cuatro años de edad me llevaron al psicólogo porque tartamudeaba. El doctor dijo que mi cerebro era muy rápido y quería decir todo de una vez. También estuve en clases de piano pero por los viajes no pudo continuar— rememora la defensora.

 Lisa y su familia se mudaron muchas veces por los estudios de teología de su padre. Fotos: cortesía de Lisa Henrito.

Cuando regresaron de Trinidad y Tobago a Guyana, Lisa y sus hermanos vivieron con los abuelos en Paruima. En ese momento, ella tenía siete años y aprendió algunos elementos de su cultura, como sus primeras palabras en taurepán, aunque ella dice que habla taurecuna (taurepán y arecuna). También iban al conuco los lunes y regresaban los viernes. Lisa lloraba mucho porque quería estar con sus padres, que constantemente viajaban por sus responsabilidades en la Iglesia adventista.

Durante el bachillerato en Georgetown, Lisa y sus hermanos vivieron en casas de familia, pero durante las vacaciones se reunían con sus padres en Lethem, una comunidad en la frontera con Guyana y Brasil donde se habla wapishana, macushí, inglés y portugués.

Para el momento en que Lisa llega a Venezuela ya tiene 18 años e ingresa al Instituto Universitario Adventista de Venezuela, en Nirgua, estado Yaracuy, donde estudia Administración de Empresas por seis años; y cada vez que tiene vacaciones viaja al sur de Bolívar donde se instalan sus padres y sus hermanos.

—Cuando regresé estuve un año y medio con un conflicto personal y cultural muy fuerte por el problema lingüístico. En la universidad yo perdí un semestre por las materias teóricas, las raspé porque no sabía castellano. Mi primer idioma es el inglés y a pesar de haber estado con mis abuelos desde los siete hasta los once años no hablaba el taurepán ni el castellano. Nuestras vacaciones eran en Lethem donde tampoco se hablaban estos idiomas. Te podrás imaginar todas las mezclas, todo el impacto cultural. Por una parte fue bueno, pero regresando a Venezuela vino el choque.

La defensora cuenta que incluso dentro del país se mudaron varias veces, lo que complejizó la situación.
—La crisis fue fuerte porque uno aprende una cosa en un lugar, luego nos mudamos a otro y las expresiones son distintas en el arekuna y el taurepan, si decía algo la gente se reía porque no era así, fue muy fuerte, pero lo superé. Una cosa que me gusta es que aquí en Venezuela las raíces del idioma indígena son fuertes.
Esta barrera lingüística nunca hizo que dudara de su origen indígena, ella creció escuchando las historias de los ancestros que su madre le contaba. Así que aprendió el idioma en la comunidad, hablando con la gente.
Por su parte, el inglés y sus estudios en la universidad le permitieron acceder a trabajos que nunca se hubiese planteado. Uno de ellos fue como administradora en la Placer Dome Tecnical Services, una empresa minera canadiense que junto a la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), conformaron la empresa MINCA (Minera Las Cristinas) para explotar la mina Las Cristinas, en el estado Bolívar.

Lisa llegó a este trabajo en 1999 tras sufrir su primera decepción en las luchas territoriales en contra del tendido eléctrico y se mantuvo durante nueve meses hasta que la empresa cesó sus actividades. Allí pudo conocer de cerca los conflictos entre los mineros que tradicionalmente trabajaban en la zona y las empresas que querían controlar la actividad.

Luego trabajó en la English Service Corporation Srl dando clases de inglés a los trabajadores de la Procter & Gamble en la ciudad de Barquisimeto, al noroccidente del país.
En 2002, con 29 años, Lisa se estableció en Maurak, comunidad indígena a 30 minutos de Santa Elena de Uairén, por petición de los propios indígenas, para administrar un colegio adventista, pero por su capacidad para hacer proyectos y sus estudios le propusieron ser capitana.

5

Lisa veía por la ventana del autobús cómo sacaban la madera de la selva. Era 1998 y regresaba a su casa por las vacaciones de la universidad. Más allá de Tumeremo, donde está el desvío hacia El Dorado, madera, mucha madera, proveniente de la Reserva Forestal de la Sierra de Imataca. Los árboles eran grandísimos, milenarios. El gobierno estaba tumbando la selva.

Cuando Lisa llegó a Inaway (Las Claritas), el lugar donde vivía su familia y trabajaba su papá como pastor adventista, lo primero que preguntó fue quién estaba tumbando todo eso y por qué nadie decía nada. Recuerda que alguien le respondió que había escuchado algo sobre el levantamiento de un tendido eléctrico.
Inmediatamente Lisa se trasladó a 1995 y recordó los argumentos de los líderes indígenas que la han inspirado, Juvencio Gómez, de Kumarakapay; Alexis Romero, de Maurak; y Silviano Castro, de San Rafael de Kamoirán, y que impidieron la construcción del Complejo Hotelero Empresa Nacional de Turismo del Sur (Turisur), un proyecto privado que contó con el aval del Instituto Nacional de Parques (Inparques), en la Sierra de Lema, madre de todas las aguas y puerta de entrada de la Gran Sabana.

—Yo dije vamos a luchar porque el gobierno tenía que consultar y no lo hizo. Si a nosotros nos llevan presos por tumbar un palo, no vamos a permitir que ellos tumben esto, deberían ir presos también, eso no es así, ellos no tienen más derechos que nosotros que somos de aquí.

Había pasado varias veces con sus tíos y primos que vivían en el municipio Sifontes, uno de los más desforestados por la minería: “Fulanito está preso por tumbar conuco”, “fulanito está preso por tumbar dos árboles”, “le quitaron la motosierra y el capitán tiene que ir a pelearla en la guardia nacional”.

Algunas autoridades decían que el gobierno había consultado con la Federación de Indígenas del estado Bolívar (FIEB), que reunía a distintas organizaciones indígenas de esta entidad federal y estaba liderada principalmente por el pueblo pemon; pero Lisa insistía en que debía ser con todo el pueblo y los capitanes de las comunidades estuvieron de acuerdo con este argumento. El 27 de julio de 1998 salieron de Inaway y trancaron la carretera nacional a las cuatro y media de la mañana.

—Yo me acuerdo que fuimos adentro en la selva y encontramos un tronco grandísimo, no sé cuántos metros serían, ni siquiera pude contar los anillos del árbol, debía tener más de mil años y eso me llamó mucho la atención. Estaba con mi prima Dibisay, que fue capitana, y le dije vamos a bajar ese tronco y trancamos la vía. Entonces regresamos y empezamos a hablar con los muchachos, miren el tronco, vamos a empujarlo y fuimos el pocotón de hombres, jóvenes, mujeres, grande era la multitud, y empezó a rodar a rodar a rodar, el tronco salió de la selva, pasamos por las canchas de futbol y lo pusimos en medio de la carretera, en el kilómetro 16, y todo el mundo venía y no había manera de mover ese tronco.

Era una protesta frontal contra la construcción del tendido eléctrico de alta tensión, un proyecto que llevaría este servicio desde la Central Hidroeléctrica Raúl Leoni (renombrada Simón Bolívar en 2006), ubicada en la Represa del Guri del estado Bolívar, hasta Brasil.

 Trayectoria del tendido eléctrico. Foto extraída del libro La Conquista del Sur. Vladimir Aguilar y Iokiñe Rodríguez.

Además de exportar electricidad a Brasil, los defensores del tendido eléctrico buscaban fomentar la expansión de actividades extractivas en el sur de Venezuela. proveyendo electricidad a las compañías mineras que se encontraban en Las Claritas, una de las áreas más importantes para la industria minera de oro y diamantes del país, localizada a 15 kilómetros de la frontera norte del Parque Nacional Canaima. Del mismo modo, insistían en que se suplirían las demandas energéticas de Santa Elena de Uairén, capital del municipio Gran Sabana, y del área minera vecina de Ikabarú.

Inaway fue una de las primeras comunidades indígenas que protestó. Se sumarían más. Incluso tuvieron apoyo desde el estado Zulia, al otro extremo del país; y hasta los indígenas de Amazonas les enviaron un bulto de casabe (pan hecho de harina de yuca). Había mucha solidaridad. Organizaciones como Amigos de la Gran Sabana y Survival International se pronunciaron. También había muchas personas que, como dice Lisa, “querían pescar en río revuelto”. Durante la protesta los jóvenes se organizaron y montaron turnos de guardia.
—Un tío que había sido militar nos dijo que ahora el gobierno no estaba haciendo nada, pero que en cualquier momento se iba a molestar y nos lanzarían bombas lacrimógenas. “Nos pueden disparar, hay que tener mucho cuidado”. Me enseñó hasta qué nivel del suelo llegaba el humero y qué había que utilizar cuando esa bomba te tocaba. No te podías lavar la cara, porque se alborotaba ese ardor, había que tener vinagre con un pañuelo para poder contrarrestar eso.

Su tío también le dijo que debían tener mucho cuidado con los infiltrados.

—Veinticuatro días estuvimos allá, a nivel del kilómetro 16, nos tiraban al ejército, nos tiraron una ballena— recuerda Lisa— Los militares solo pudieron quitar el tronco con una tanqueta.

Los indígenas también comenzaron a protestar contra el decreto presidencial ilegal (Decreto de 1850) que convertía el 38% (1.4 millones de hectáreas) de la Reserva Forestal de Imataca, de administración forestal en zona para la extracción minera. Este decreto había sido emitido un mes antes de que el proyecto del tendido eléctrico fuera firmado. Ambos bajo la gestión del presidente Rafael Caldera.

También en 1998, el Instituto Nacional de Parques (Inparques) autorizó al artista alemán, Wolfgang von Schwarzenfeld, a realizar la extracción de la piedra Kueka, una roca de 12 metros y 30 toneladas, con gran valor espiritual para el pueblo pemon.

El despojo venía por todos los flancos.

La lucha se prolongó hasta el 2001. Lisa seguía formándose, mientras escuchaba a los indígenas se dio cuenta que lo que defendían los ancianos era su territorio, los bachacos, los pájaros, el agua. “Ustedes hicieron el Guri sin consultar, mataron muchos animales. Ustedes hicieron la carretera sin consultar…”, decía un anciano. Había una abuela de San Juan de Kamoirán que la impresionaba mucho.

—Hablaba solo pemon y tiraba unos discursos. “Mi territorio”, decía la abuela, “yo no quiero unos guardias que vengan a decirme ‘tu cédula’, yo soy la que tengo que decirles ‘tu cédula’, ‘tu cédula’, tú a mí no”.

Pero al mismo tiempo, la joven lideresa advirtió la división, la traición, los argumentos que califica como “idiotas”.

—Un día un general dijo “¿pero por qué no quieren el tendido eléctrico?, si cuando lo tengan van a poder tomar agua fría”. Y yo por Dios, qué le pasa a esta gente, cómo vamos a tumbar toda la selva porque los indios quieren agua fría.

Desde los medios de comunicación y el gobierno se comenzó a construir una matriz de opinión que acusaba a los indígenas de tener conexiones con los zapatistas mexicanos, la guerrilla colombiana y la CIA, agencia central de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos que supuestamente les había prestado alta tecnología para tumbar las torres.

—Y yo decía, pero bueno, ¿qué le pasa a esta gente?, ¿ellos creen que nosotros no pensamos? Me acuerdo que hubo una fuerte división en el sector 5 del pueblo pemon. Ellos siguieron la lucha, tumbaron las torres del tendido eléctrico, fueron atacados y militarizados. Siempre hay un grupo más radical que otro y tienen razón. Cuando uno tiene una causa, tú mueres por esa causa.

 Protestas Pemon en contra del tendido eléctrico y el decreto 1850 en caracas 1998. Archivo fotográfico Kumarakapay.

 Reunión de la Ministra del Ambiente en Gran Sabana. Foto: Iokiñe Rodríguez.

 Torre derribada. Foto: Iokiñe Rodríguez.

La situación creó mucho roce entre los habitantes de las comunidades. Un día un militar del ejército, casado con una indígena de San José de Kamoirán, peleó con un muchacho que estuvo en la protesta y le disparó. El joven murió. Antes de que tumbaran las torres, los indígenas agarraron a un mayor del ejército, le echaron ají y lo pusieron en el sol. Otro día “se cayeron a plomo limpio” en Mapaurí.

—Quedamos como yo estoy ahora con la Guardia Nacional Bolivariana, que después de que mataron a mi gente yo no los soporto, no quiero escucharlos, no quiero verlos.

Los indígenas pemon lucharon pero Lisa se dio cuenta que el proyecto del tendido eléctrico se iba a ejecutar así el recién nombrado presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, les hubiese prometido cuando era candidato que no lo haría.

El proyecto formaba parte de un plan de desarrollo de larga data que se remonta a los años 70, conocido como la “Conquista del Sur” (CODESUR), y que con la crisis económica de 1994 fue revivido como el “Proyecto para el Desarrollo Sostenible del Sur” (PRODESSUR), que en lugar de mostrar preocupación por la disponibilidad a largo plazo de los bienes naturales y la integridad del ambiente, asumía que el potencial económico del sur de Bolívar no se había desarrollado y que la gran área que permanecía en un estado “prístino” era una señal de abandono y subdesarrollo.

—Era luchar contra un monstruo de mil cabezas, tú matabas una cabeza y salía otra. Yo vi cómo juegan con la gente, cómo criminalizan. El gobierno va a usar todo contra un pueblo que está luchando por una causa justa. Entonces, me atrevo a decir, que en casos así, siempre gana el gobierno. Empiezan a cooptar. Contratan personas, explotan la posición de uno. En aquel momento empezaron a comprar a los capitanes indígenas, los llevaban a encuentros en Caracas para que dijeran “si estamos de acuerdo”.

El 21 de julio del 2000 se firmaron los cinco puntos de entendimiento -que al principio eran siete- entre el Ejecutivo nacional y la FIEB. Una fracción del sector 5 del pueblo pemon consideró esto como una traición a su lucha y una falta de respeto a sus procesos de toma de decisiones. En uno de los puntos del acuerdo se pedía a la Asamblea Nacional aprobar el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acerca de los Pueblos Indígenas y Tribales. Fue lo único que cumplieron.

—En todo lo demás nos bailaron. Dijeron que todas las comunidades iban a tener luz. Eso es mentira. No todas las comunidades tienen luz. Por ejemplo Maurak tiene una deuda, pero cuando yo era capitana dije que no iba a pagar eso porque ahora tengo 38 torres y una subestación en mi territorio. Ahí decidí aprender las leyes porque siempre nos van a tratar como si no pensáramos, unos locos que estamos siendo mandados por otras personas, entonces, definitivamente hay que estudiar. Los pueblos indígenas tenemos derecho a decidir y participar en la administración y utilización de los recursos naturales existentes en nuestros territorios.

Poco tiempo después, un grupo pemon del sector 5 recomenzó acciones políticas contra el tendido eléctrico y renovaron su reclamo en un debate acerca del modelo de desarrollo deseado para el sur de Bolívar. El gobierno dijo públicamente que el impacto del tendido eléctrico era mínimo, y que la oposición se reducía a un pequeño grupo de líderes radicales pemon. Posteriormente, cuando siete postes con los cables del tendido eléctrico fueron derribados en la Gran Sabana, el área fue militarizada para posteriormente finalizar el proyecto. El tendido eléctrico fue inaugurado el 13 de agosto del 2001.

En su libro Juegos de Poder en la Conquista del Sur. Dominación, resistencias y transformación en la lucha contra el extractivismo (2021), Iokiñe Rodríguez y Vladimir Aguilar escriben que el conflicto del tendido eléctrico tuvo un gran costo para los pemon del Parque Nacional Canaima, ya que terminó fragmentando su estructura organizacional y de liderazgo, aplastando severamente la moral de aquellos que se opusieron consistentemente al proyecto. “Un líder, quien se convirtió eventualmente en el primer alcalde pemon de la Gran Sabana, se refiere a este episodio en sus vidas como ‘el trauma del tendido eléctrico’. Al mismo tiempo, el nuevo marco legal, creó un escenario para avanzar en la agenda de los derechos indígenas. Así que continuaron trabajando con el Estado, aunque estaban fragmentados y desmoralizados”.

Las leyes que el gobierno sancionó proveían un marco legal más específico para la protección de los derechos indígenas políticos y culturales. Ello incluía la Ley 2001 para la Demarcación y Garantía de los Hábitats y Tierras de los Pueblos Indígenas, la cual fue seguida en 2005 por la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (LOPCI 2005). Adicionalmente, a nivel internacional, Venezuela ratificó en 2001 la Convención 169 de la OIT acerca de los Pueblos Indígenas y Tribales, y en 2007 la Declaración de las Nacionales Unidas sobre los Pueblos Indígenas.

“En 2002, y en colaboración con una serie de ONGs y universidades, los pemon iniciaron una serie de procesos de autodemarcación territorial en diferentes sectores del Parque Nacional Canaima, en preparación para el proceso de titulación y demarcación oficial de la tierra, el cual comenzaría en el año 2005. Así mismo, los pemon dieron pasos importantes para tratar de posicionar una narrativa alternativa de desarrollo en el espacio de la política pública, basada en la experiencia de la comunidad de Kumarakapay en 1999, cuando desarrollaron el Plan de Vida de la comunidad”, destacan los investigadores.

No obstante, el proceso de demarcación y titulación territorial resultó lento, complicado e inoperante para la mayoría de los pueblos indígenas, incluido los pemon, especialmente porque desde el gobierno prevalece una lógica de seguridad e integridad geopolítica, sustentada en el control y militarización de estos territorios ricos en oro y otros minerales para su explotación. De acuerdo a su racionamiento, otorgar a los pueblos indígenas la posesión legal de sus territorios constituiría una amenaza.

 El ser pemon se fundamenta en la relación de respeto hacia los espíritus y seres con quienes conviven en el territorio. Fotos: Minerva Vitti.

Veinte años después de la nueva constitución y de la ausencia en la demarcación, Vladimir Aguilar considera que es importante seguir exigiendo la demarcación y titulación de territorios pero desde la perspectiva de la autodemarcación: “Yo creo que son tiempos de empoderamientos de derechos, en consecuencia la lucha por la tierra y la reivindicación de los territorios debe partir del empoderamiento que hacen las organizaciones y las jurisdicciones especiales indígenas, que están en la instituciones tradicionales y en las formas de organización propia que tienen los pueblos y comunidades indígenas de manera ancestral y que hoy en día son una instancia de resistencia y de resiliencia. Considero que el proceso ahora va de abajo hacia arriba, es decir, ya no se puede esperar nada del Estado, sino que tiene que nacer y ejercerse desde la comunidades y el Estado está en la obligación de reconocerlo. Eso tiene que pasar por un proceso de diálogo intercultural, tiene que estar transversalizado por la interculturalidad y la pluriculturalidad, tal cual como está reconocido en el preámbulo de la Constitución y es una forma de fortalecer el experimento democrático en nuestro país”.

Este es un extracto del perfil completo sobre la vida de Lisa Henrito, publicado en la revista SIC en septiembre de 2021.


Este reportaje fue publicado originalmente en Revista SIC el 18 de septiembre de 2021, como parte del proyecto “Defensoras del territorio” de Climate Tracker y FES Transformación.


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