DefensorasHija de la tierra, Edel Moraes retumba la voz de los pueblos extractivos

Hija de la tierra, Edel Moraes retumba la voz de los pueblos extractivos

Jessica brasil skroch

(brasil)

La defensora marajoara lucha por el derecho al territorio como lugar de reproducción de la vida. En Marajó, la gente y la tierra son uno solo.

“Un día quiero solo resaltar las bellezas de mi Marajó. Decir cuánta gente conserva, preserva y protege al medio ambiente allá. El paisaje es bonito, el bosque es generoso, la tierra es madre y el agua es vida. Pero, en medio de esa riqueza, tenemos los menores índices de desarrollo humano de Brasil. Es un territorio que pasa por un proceso histórico arquitectado de epistemicidio, la muerte del bosque y de los pueblos originarios”.

 

“¿Cuál es la relación entre la falta de agua en la ciudad con la Amazonía? ¿Con los pueblos y las comunidades tradicionales? Poca gente va a tener una reflexión sobre eso, la mayoría continuará indiferente a estos temas, creyendo que los pueblos indígenas que están luchando contra el marco temporal es solo un problema de los pueblos indígenas. Desconocemos nuestra propia historia. La gente no tiene conciencia de nuestra conexión con la naturaleza. Cualquier questión sobre los cambios climáticos, son los territorios las últimas fronteras para el equilibrio del planeta. Sin el bosque en pie, no tenemos más clima en el mundo”.


A los 9 años, Edel Moraes tuvo que dejar su comunidad, su familia y su tierra en el Archipiélago de Marajó, en la región amazónica del norte de Brasil, para trabajar y estudiar en la ciudad. Nacer marajoara, cabocla e hija de extractivistas es casi una sentencia de tener sus derechos violados, casi como si no fuese persona. Desafortunadamente, ella entendió eso muy temprano en su vida. 

Después de más de 20 años de lucha en defensa de los pueblos y territorios tradicionales de Brasil, Edel hace eco del reconocimiento que debería ser obvio: “El bosque tiene gente”.

Salir de casa siendo pequeña no fue una opción, ni tampoco lo fue unirse a la lucha. Edel no se ve como activista porque no es una opción, sino una cuestión de sobrevivencia. “El bosque no es una causa, es nuestra vida. Nosotros somos parte de él, defender los bosques en pie es defender a los pueblos que ahí existen”. En lugar del medio ambiente, en lo que ella llama “todo ambiente”, la gente y el territorio son uno solo.

“No somos invisibles, somos invisibilizados”, repite en cada denuncia que hace. Sea en la universidades, en una audiencia pública en aguas internacionales, como las Conferencias del Clima, Edel lleva a todas partes su mensaje de que los pueblos del bosque viven, conservan y protegen el ambiente, prestando un servicio a toda la humanidad. Por ello, sus vidas continúan siendo constantemente amenazadas, especialmente por el “desmantelamiento de las políticas públicas ambientales que ha promovido el gobierno”, advierte.

“Adopta un parque”, el programa de donaciones de biene y servicios de empresas y personas físicas para las Unidades de Conservación, es un ejemplo de aquello.

Edel participa en tantos frentes que no caberían en este texto. Es vicepresidenta del Memorial Chico Mendes, organización afiliada al Conselho Nacional das Populações Extrativistas, del cual también ya fue vicepresidenta. Participa también del Grupo de Estudos e Práticas Dialógicas no Contexto de Povos e Comunidades Tradicionais de la Universidad de Brasilia.


En la cuna de los árboles de açai

Del río Pagão nace una guardiana de los bosques. Edel tuvo una niñez feliz en la comunidad de Boa Esperança, en un asentamiento agroextractivista del municipio de Curralinho, en Marajó, archipiélago entre los estados de Pará y Amapá. Desde Belém, la capital paraense, son cerca de tres horas en barco hasta Marajó, dependiendo del lugar de desembarque. La comunidad de Edel, en la zona rural, queda a una hora y media en auto desde la parte urbana de Carralinho.

Los días al lado de sus padres, comiendo junto al río que creó la naturaleza, fueron substituidos por días de trabajos domésticos que le consiguieran “pagar” para estudiar”. “Donde yo nací, la educación solo llegaba hasta la 4ª série. A partir de ahí, si quierías estudiar necesitabas salir de la comunidad”, cuenta. En casas de familiares aí, se você queria que seu filho estudasse, precisava tirar ele da comunidade”, conta. En casas de familiares, las muñecas de infancia eran los hijos de otros. 

Con la comprensión que tiene hoy, Edel reconoce que fue una esclava doméstica. El dolor del trabajo infantil no tenía refugio. Lejos de casa y de su familia, cualquier dificultad era peor, más aún para una niña. No aguantó mucho y volvió a los brazos de sus padres y del bosque. Sin embargo, sin otra opción, con 11 años retornóa  la ciudad, donde se quedó hasta volverse adulta.

Fotografía: Caroline Torres

En el poco tiempo que se quedó en Marajó, las canciones de cuna se transforma ron en gritos de guerra que la acompañarían toda la vida. “Dormía al son de ‘vem, vamos embora, que esperar não é saber’”, recuerda mientras recita los versos de Para  não dizer que não falei das flores, de Geraldo Vandré.

 

Sus padres, Maracélia Moraes y Dulcimar Moraes, se invoulcraron en las Comunidades Eclesiásticas de Base, del Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras Rurales, y participaron de los movimientos de recuperación de tenencia de la tierra. Su madre, su referencia, fue una de las primeras líderes de la Pastoral de Criança deel territorio y estuvo presente en las primeras manifestaciones de las trabajadoras rurales brasileras. 

 

La manzana no cayó lejos del árbol. Las raíces de defensa de la tierra, la igualdad y la naturaleza crecieron en el corazón de Edel. Después de graduarse de la escuela secundaria, a los 20 años vovlió a su comunidad con el deseo de hacer justicia. “Con sangre en los ojos”, dice, comenzó a lucha para que ninguna niña marajoara tuviese que sufrir lo que ella sufrió. 


Las flores de lo que fue sembrando

Poco después de su regreso, en 2001, Edel fue electa para la primera composición del Consejo Titular de su municipio y entró de cabeza a la lucha por los derechos de niños y adolescentes. Desde entonces, participa de numerosos proyectos, movimientos y organizaciones sociales de las comunidades extractivistas. En más de dos décadas de trayectoria, ni ella puede recordarlo todo. 

 

Realizó el sueño de ser la primera de su familia en entrar a la universidad, donde cursó Pedagogía. Después, hizo una especialización en Educación Rural, Desarrollo y Sostenibilidad y una maestría en Desarrollo Sostenible en Pueblos y Territorios Tradicionales.

 

El acceso a la educación fue un punto de inflexión en la vida de Edel, y ella quería proporcionar eso mismo a las maraojaras. Para cambiar la realidad de altos índices de analfabetismo de su municipio, Edel Coordino de forma voluntario un proyecto con más de 40 clases de alfabetización para jóvenes y adultos. Basado en ese proyecto, el gobierno del estado de Pará creó el Movimeinto de Alfabetización de Jóvenes y Adultos (Mova Pará Alfabetizado). 

 

Bajo la asesoría pedagógica de Edel, Mova Pará Alfabetizado llegó a todo el Archipiélago de Marajó, región donde el 22% de la población de 15 años y más es analfabeta, mientras que la tasa en Brasil es del 9,6%, según el último censo del Instituto Brasilero de Geografía y Estadística (IBGE), de 2010.

 

“Puede que no gane dinero con la mayor parte del trabajo que hago, pero mi paga son los logros. Es cuando ya no se vulnera el derecho del niño. Ahí es cuando un adulto aprende a leer y escribir y pide hacer una nueva cédula en la que pueda firmar”, explica la defensora, emocionada.


Por un territorio colectivo

Fotografía: Caroline Torres

Ya es difícil concebir cómo el día de Edel encaja en 24 horas, pero el escenario empeora aún más cuando se toman en cuenta los desafíos: “Es un territorio rico desde el punto de vista de la sociobiodiversidad, pero pobre desde el punto de vista económico. Esta cuenta no cuadra”, dice.

De los 16 municipios que componen el Archipiélago de Marajó, 14 tienen IDH bajo o muy bajo, según el Atlas de Desarrollo Humano de Brasil. Las comunidades sufren de un saneamiento deficiente y un tratamiento de agua ineficaz, que es la razón de las enfermedades en la región. Aún así, no todos los lugares cuentan con luz, señal telefónica e internet. En la comunidad de Edel, por ejemplo, la electricidad llegó hace dos años, debido a la presión popular que logró bajar la conexión de las líneas de la Usina Hidroeléctrica de Belo Monte, que pasaban por encima de las casas, pero no llegaban a ellas.

En medio de tantas dificultades, Marajó tiene una fuerte historia de organización y movilización social. El CNS es el principal reflejo de ello. Fundado en 1985 por un grupo de caucheros, entre ellos Chico Mendes, un importante ambientalista brasileño, el consejo actuó contra la devastación de la selva y la expulsión de las poblaciones extractivas de sus tierras en la Amazonía. El resultado fue el reconocimiento de las Reservas Extractivas (Resex), en 1990, como territorios en todo Brasil que protegen los modos de vida y la cultura de las poblaciones extractivas, que hacen uso y manejo sostenible de los recursos naturales para la subsistencia.

“El río es calle y fuente de alimento. Además de los frutos, los árboles nos dan nuestras referencias de demarcación. Defendemos un territorio que no es solo un pedazo de tierra, sino una territorialidad donde se ejerce nuestra forma de vida, ancestralidad y espiritualidad, dimensiones más allá de lo mensurable”, explica Edel.

Además de su papel en la educación, siempre acompañó los debates sobre la regularización de la tenencia de la tierra. Fue relatora de la audiencia pública para la creación de la Resex Terra Grande – Pracuúba, en Curralinho (PA), una conquista contra las empresas que amenazaban con expulsar a los habitantes del territorio.

Por su participación en el movimiento extractivo, Edel fue la primera mujer vicepresidenta de la CNS en más de tres décadas de historia. Cuando visitó la casa de Chico Mendes, en Xapuri (AC), sintió la energía que confirmó que ella era parte del legado del cauchero. “Yo le dije: ‘compañero, si estás en otro plano, puedes seguir tranquilo, aquí sigues muy vivo’. Seguiré siendo instrumento de vuestra voz y lucha, que también es compartida por muchos”, dice.


Hija que también es madre

Por sus actuaciones, Edel tuvo que pasar mucho tiempo fuera de su territorio. En el bosque de cemento, se descubre a sí misma como una mujer amazónica. Reconoció cada día más que su identidad estaba conectada con el territorio que había dejado. Edel era una hija, pero también una madre del bosque.

“No somos huérfanos para ser adoptados. Somos hijos de la tierra, hijos del bosque”, gritó Edel en la primera reunión del Grupo Carta de Belém sobre el programa Adote Um Parque, lanzado por el Ministerio del Medio Ambiente en febrero de este año. “Están rematando los territorios con nosotros adentro, sin siquiera preguntarnos”, declaró a los participantes, quienes forman parte de una red por la defensa de los derechos socioambientales.

Décadas de logros ahora están amenazadas por un paquete de desmantelamiento de políticas ambientales, afirma Edel. Entre las amenazas está Adopta un Parque, un programa que incentiva la donación de bienes y servicios a Unidades de Conservación (UC) en la Amazonía por parte de empresas o particulares. La iniciativa se presenta como una posible solución a la falta de presupuesto del ente gestor de las UC, el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio). En 2021, el gobierno del presidente Jair Bolsonaro hizo un recorte del 24,4% en el presupuesto del ICMBio con respecto a 2019.

En la primera fase del programa, se cubrirán 132 UC, incluidas 50 Resex. A cambio de las donaciones, las empresas podrán instalar identificación con su marca en el lugar, colocarlas en anuncios que sean socias de la Unidad de Conservación adoptada, además de hacer uso del territorio para actividades institucionales temporales y ser incluidas en el plan de gestión.

 

“No existe ninguna disposición que autorice al Ministerio del Medio Ambiente a disponer del área sin autorización del concesionario y del Consejo Deliberante de la UC para fines no previstos en el plan de manejo respectivo”, dice Edel.

Fotografía: Caroline Torres

Hay varios incumplimientos de normas y reglamentos, según los movimientos en contra del programa. Edel señala que la medida no respeta lo dispuesto en el Sistema Nacional de Unidades de Conservación y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que establece que todos los pueblos tradicionales deben ser consultados, de forma libre e informada, ante decisiones que puedan afectar sus bienes o derechos .

Para Edel, el programa atenta contra la autonomía de las comunidades en detrimento del greenwashing, en el que las empresas presentan una imagen de preocupación por la sustentabilidad, pero no modifican sus modos de producción que impactan el medio ambiente. Hasta el momento, ningún territorio ha sido adoptado oficialmente, pero ya hay ocho protocolos de intenciones de grandes empresas internacionales como Carrefour, Coca-Cola y Heineken, interesadas en Resex Lago do Cuniá (Rondônia), en el Área Javari-Buriti de ​​Relevante de Interés Ecológico (Amazonas) y Resex Quilombo do Frechal (Maranhão), respectivamente.

La falta de transparencia del programa también es un punto de crítica. Los protocolos de intención firmados por las empresas interesadas no fueron publicados por el MMA, “lo que es una violación del principio de publicidad de la administración pública”, señala Pedro Martins, asesor legal de Terra de Direitos. Además, el decreto no aclara qué bienes y servicios pueden ser transferidos por el sector privado, y aún no se han divulgado los planes de trabajo de las empresas interesadas, explica Suely Araújo, especialista en Políticas Públicas del Observatorio del Clima y ex presidente del Ibama (Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables).

La situación empeora porque sucede en medio de la pandemia, agrega Edel. Las comunidades tienen poco o ningún acceso a señal telefónica e internet, que son los medios de resistencia durante la pandemia. Edel solo pudo comunicarse para este reportaje porque estaba en Belém, capital de Pará. “Está pasando en un momento en que no podemos reaccionar”, critica.

“La empresa adoptante en realidad está alquilando el territorio. Las comunidades tradicionales simplemente son ignoradas. ¿Imagínate si llegara y dijera que a partir de ahora tu casa ya no es tuya y las reglas son mías? Estas son nuevas formas de epistemicidio, una destrucción que comenzó con la invasión de Brasil y que continúa ahora institucionalmente. Estos son nuestros últimos espacios de resistencia y existencia”.

Adote Um Parque se enmarca en un contexto que muestra el desinterés del gobierno por el medio ambiente y las comunidades tradicionales, en detrimento de políticas que generan ganancias, dicen los expertos. En los primeros dos años de la presidencia de Jair Bolsonaro se registró la peor devastación de áreas protegidas en la Amazonía desde 2008, según el Instituto Socioambiental con datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe). Sin embargo, alrededor de R$ 2.900 millones para acciones de preservación del Fondo Amazonía están paralizados desde abril de 2019, luego de que Brasil cambiara la estructura de gestión del fondo sin consultar a Noruega y Alemania, los países donantes del proyecto.

Además, en abril de 2021 entró en vigor el Acuerdo Regional sobre Acceso a la Información, Participación Pública y Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de Escazú, pero Brasil quedó fuera. “El gobierno de Bolsonaro tiene un proyecto para destruir 40 años de políticas ambientales públicas”, advierte Araújo.


Edel también es gente

“Es difícil alejarse dell bosque, en el bosque de cemento la vida es muy complicada. Entre idas y venidas, echo de menos el tiempo que no viví allí”, confiesa Edel. Una vez, después de tres meses de gira por el norte de Brasil, escuchó de una persona de Marajó que estaba celoso de su vida y de sus viajes. “En ese momento, cuando llegué a Belém, no tenía dinero para regresar a casa. Me quedé allí dos días, hasta que pude tomarlo prestado”, dice. En el fondo, a veces solo quería estar en casa con su familia.

En la misión de garantizar el bienestar de las próximas generaciones de pueblos tradicionales, Edel dice que siempre ha vivido en una “soledad poblada”. “Mi hijo se hizo hombre y ni siquiera lo vi crecer”. El precio de la pelea no es pequeño. Su historia personal se mezcla con una historia colectiva, de la que se siente responsable. “Pero también soy mujer, quiero un marido, quiero un hijo. Tienes que aprender a dosificarlo todo”. Edel es también gente.

“Al principio pensé que estaba luchando para salvar los árboles de caucho. Entonces pensé que estaba luchando para salvar la selva amazónica. Ahora me doy cuenta de que estoy luchando por la humanidad” – Chico Mendes

Desde siempre, no fue una opción. Como Chico Mendes, Edel sabe que su lucha no es sólo por sus propios derechos: “La sociedad brasileña no ha entendido que es responsable de los territorios, que no va a defender a las comunidades y pueblos tradicionales, se va a defender a sí misma. Esta concepción de que la sociedad está separada, que el campo y la ciudad no están relacionados, es una visión completamente errónea”.


Esta história foi publicada originalmente no UOL em 9 de setembro de 2021 e faz parte do projeto «Defensoras do território» do Climate Tracker e FES Transformación.


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